La entrada de Cristo en Bruselas - Libros del Zorro Rojo

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La entrada de Cristo en Bruselas

Por Ana Lartitegui, Revista Fuera de Margen, 2018.

Hay que comenzar diciendo que, pese a que el motivo es una obra de arte famosa, que desde luego merece conocerse, y pese a que el libro empieza con un zoom de aproximación sobre el lienzo para que el espectador se haga cargo del detalle del abigarrado conjunto de personajes de esta fiesta carnavalesca, la obra de Antinori no aparenta una intención documental ni nos ayuda a comprender mejor ni peor la pintura, ni su autor, ni su época. En cambio, lo que nos vamos a encontrar es un divertimento que toma a su aire la rocambolesca idea de la llegada de Cristo a Bruselas. Comienza por imaginarse el viaje de Cristo en su pollino desde las tierras de Galilea hasta Bélgica y lo pone en situación con toda la gracia de una mirada supuestamente ingenua, siguiéndole así la corriente a la extravagante idea de James Ensor.

Una vez que Cristo, después de su largo viaje, ha entrado en la ciudad se topa con los extraños personajes que la habitan, seres grotescos provenientes de la imaginación y del lienzo de Ensor entre los cuales se encuentra el alcalde, quien rápidamente anuncia su intención de preparar una gran fiesta para la ocasión de su recibimiento. A título de curiosidad hay que añadir que, en el cuadro, Ensor retrató a una serie de personajes de su época, algo para investigar.

De modo que (volviendo a la ficción), las autoridades disponen la fanfarria de la Gran Orquesta de Bruselas, numerosas pancartas decorativas, plantas ornamentales y avances tecnológicos de todo tipo y un largo etcétera de cosas entre las que no podía faltar el vino y un milhojas altísimo con de todo. Mientras los vecinos de Bruselas se afanan en los preparativos, alguien vestido de verde se ocupará de acompañar al invitado, Cristo, para entretenerlo, guiándole por la ciudad para mostrarle todas sus atracciones turísticas.

Finalmente, a las 9h. 37’ y 4″, hora prevista, tiene lugar el apoteósico recibimiento, que no es otro que el propio lienzo, vuelto a desplegar ante los ojos del pequeño lector para que este se perciba bien de que prácticamente todos los extravagantes personajes de la historia están justamente allí y provienen de la mente de su creador James Ensor.

Con esto tenemos una invitación para observar detenidamente (casi con lupa) cada uno de los asistentes a la festiva representación. Sin duda se trata de divertido homenaje a esta emblemática obra del expresionismo belga, obra culmen de su autor, el cual, sospechando que sus coetáneos no sabrían apreciarla, la guardó para sí en los salones de su casa. De hecho en vida nunca la vería expuesta públicamente, ya que tardó cuarenta años en exhibirse. Incluso algunos hablan de que la propia figura de Cristo sea quizá un autorretato, expresando así el autor, supuestamente, la manera en la que él mismo se veía: fuera de lugar, inmerso en una sociedad confundida por las contradicciones y los excesos de una mascarada imperante. En fin, La entrada de Cristo en Bruselas en 1889 (pintada en 1888) tiene mucha «tela para cortar», algo que sin duda aporta un plus indirecto al álbum que nos ocupa. Pero es también interesante la manera en que Antinori ha conseguido entrar en sintonía con la sátira encubierta por Ensor, extendiéndola en su propio montaje argumental.


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