Manual para reírse del mundo y de su fin - Libros del Zorro Rojo

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Manual para reírse del mundo y de su fin

La guerra de las salamandras
Por Ignasi Franch, Eldiario.es, 2018

En 1936, en el mismo año de la perturbadora exhibición propagandística de las Olimpiadas de Berlín, veía la luz la atípica novela La guerra de las salamandras. Su autor, Karel Čapek, era un escritor polivalente que se había significado por su oposición al nazismo. Por aquella época, ya se había ganado un espacio en el panteón de los creadores de ficción especulativa con R. U. R., que trataba del uso de humanoides creados artificialmente como fuerza de trabajo. Su hermano Josef, pintor y escritor, inventó para la ocasión un término que cuajaría: robot.

A diferencia de otros autores contemporáneos como H. G. Wells ( La isla del doctor Moreau, El hombre invisible), Čapek no se benefició de adaptaciones fílmicas en lengua inglesa que reforzasen la popularidad de sus obras. El responsable de La fábrica de Absoluto escribía en lengua checa desde una república que iba a ser ocupada por los nazis y que, tras el final de la II Guerra Mundial, estaría en la periferia cultural de un Occidente capitalista marcadamente anglosajón.

Todo ello contribuyó a que Čapek siga siendo una joya a descubrir por muchos aficionados a la lectura. Además, su vida acabó cuando este solo contaba 48 años. Usando el humor negro y en ocasiones cruel que emplea en algunas de sus narraciones, un resfriado que se fue complicando le salvó de caer en manos alemanas: falleció meses antes de que le fuesen a arrestar. Su hermano Josef, en cambio, murió en un campo de concentración.

La guerra de las salamandras (Libros del Zorro Rojo), recientemente reeditada en una llamativa edición ilustrada por el artista checo Hans Ticha, es quizá la novela más popular de su autor. En ella, se mezcla la narración literaria con el registro periodístico. Un capitán de barco aficionado al alcohol se encuentra con una rara modalidad de salamandras en sus viajes mercantiles por el Océano Índico. Los anfibios resultan extraordinariamente capaces para el trabajo físico, pero también para entender órdenes complejas.

En El país de los ciegos, Wells criticó el supremacismo imperial usando el mismo material narrativo de la novela de aventuras. Čapek apuesta por un enfoque diferente, más apegado a la realidad de las páginas políticas y económicas de los diarios. La crítica inicial a la lógica expoliadora del colonialismo se va expandiendo con el paso de las páginas. Se lanzan dardos a la competencia entre los diferentes estados y su instrumentalización de los patriotismos, a la hipocresía de la Alianza de las Naciones (un precedente de la Organización de Naciones Unidas) o a la debilidad de la Organización Mundial del Trabajo.

Un carrusel de pesimismo
Čapek resulta casi voraz en su sentido del humor. Se muestra dispuesto a vapulear ámbitos muy diversos de la sociedad de su tiempo, desde la fría barbarie financiera hasta un reformismo social puritano y segregador (por clases, por sexos y, en este caso, por especies), pasando por el mundo del cine o de la ciencia. El novelista introduce una variable fantasiosa en su experimento literario con la realidad, y observa las cómicamente desoladoras (o desoladoramente cómicas) consecuencias de todo ello.

Čapek se alimenta de su dedicación al periodismo, y de esa tendencia al escepticismo tan propia de la profesión. Bromea implícitamente sobre las convenciones y perversiones del lenguaje de los diarios, sobre sus maneras de plegarse al poder o de reproducir de manera acrítica marcos culturales. Por ejemplo, la reacción conservadora contra algunas actividades erótico-festivas conlleva, de manera natural, el linchamiento de personas afroamericanas. Y el desplazamiento de barcos acorazados es una medida tranquilizadora.

Especialmente en los primeros capítulos, se ofrece al lector una narración más o menos convencional. Posteriormente, Čapek ensaya una especie de crónica a vista de pájaro que se detiene en anécdotas diversas. Para ello, incrusta falsos recortes de medios de comunicación y usa profusamente las notas al pie. De tanto en tanto, recupera a algunos personajes del inicio.

El escritor G. K. Chesterton ( El hombre que fue jueves) dijo que H. G. Wells había vendido su talento narrativo por un plato de mensaje. En las obras del autor de La máquina del tiempo, había una verdad política que defender: las bondades del socialismo. Čapek, en cambio, prefigura algunas características de las narrativas posmodernas mediante este puzle de relatos y discursos. Plantea un juego de voces del cual difícilmente se puede extraer una verdad.

La única constante, quizá, es una especie de certeza pesimista recubierta con humor y sorpresas argumentales: lo más posible es que suceda siempre lo peor. Oscilando entre la crítica humanista y la desolación misántropa, La guerra de las salamandras es una sátira desbordante de ideas, contagiosamente incisiva, que ataca frontalmente a un capitalismo depredador de vidas y recursos naturales.

Čapek no ofrece una salida fácil al lector. Una ironía lindante con el cinismo empapa todos los recovecos de la historia. Las pacíficas salamandras, cuyos derechos defendía implícitamente el narrador, acaban embrutecidas por el mundo que las civilizó. La explotación capitalista engendra monstruos desarrollistas. Apenas queda nada que salvar en este mundo modelado como una farsa que puede desatar muchas risas y, a la vez, remitir a realidades históricas dolorosas. Fácilmente se puede vislumbrar un trasfondo de lamento entre las bromas.


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