Los cuentos que siempre quiso contar
En el bosque
Por Almudena González, Revista Peonza, 2018.
Cuando Ana María Matute ingresó en la Real Academia Española el 18 de enero de 1998 para ocupar la silla K, leyó su discurso En el bosque. Veinte años después, una pequeña parte del mismo ha sido plasmado con hermosa sencillez en letras azuladas y guardado con esmero en una caja de colores otoñales junto a nueve bellísimas ilustraciones en forma de miriorama para hacer las delicias de lectores, nostálgicos y otras mentes soñadoras que se dejen arrastrar hasta «el bosque», en palabras de la propia Matute: «el mundo de la imaginación, de la fantasía, del ensueño, pero también de la propia literatura, y a fin de cuentas, de la palabra».
Y es que, la evocadora voz de Ana María Matute no merece menos. La autora de Olvidado Rey Gudú, que encontró, ya antes de saber leer, un símil perfecto entre el libro y el bosque, que más tarde convertiría en su lugar de niñez y adolescencia, refleja en este fragmento de su discurso ese lugar de evasión y creación, en el que no es fácil discernir la fabulación y lo imaginario de lo terrenal, de la naturaleza más pura contenida en la oscuridad, los pájaros o las ramas de los árboles y de la que nace todo lo fantástico y todo lo literario desde «la primera historia contada».
Las preciosas y entrañables ilustraciones de Elena Odriozola en todos dorados, azules y rojizos,cubiertas de un suave halo mágico y rematadas con ese delicado formato de pasatiempo del pasado, encarnan a la perfección esa espesura de ensueño, de infinitas posibilidades y lecturas, en el que nuestra autora encontró «todas las historias que siempre quiso contar» y que, para fortuna de todos, contó.
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