La anarquía, queridos niños
La anarquía explicada a los niños
Por Manuel Garrido, Valencia Plaza, 6 de octubre de 2020
Desde antiguo el ser humano se ha empeñado en decirle a los demás cómo deben vivir. Desde el código de Hammurabi hasta los diez mandamientos; desde el código civil hasta los manuales para convertirse en una señora de su casa; desde los tratados de buenas maneras hasta las reglas gramaticales; constituciones, estatutos, decálogos, diccionarios. Sometiéndose a la ley, a la ética, a la moral o a la costumbre, uno puede conseguir dejar pasar los años y mantener una reputación intachable, como persona recta, garantizando al mismo tiempo la persistencia —tan convencional como conveniente— del statu quo. Es quizás por ello que una expresión tan subjetiva y extraña como la de la “mala educación” se aplique a menudo contra las personas que no se comportan del mismo modo en que uno haría. Esas que, como cantaba Georges Brassens, adquieren una mala reputación por seguir su propio camino.
Quien más, quien menos, ha sido amonestado alguna vez por desviarse del correcto sendero: “los codos no se apoyan en la mesa”; “no se habla con la boca llena”; “el tenedor se coge con la derecha”; “en un sitio cubierto quítate el sombrero”; “dale un beso a este familiar”… Reglas más o menos caprichosas que, consuetudinariamente y sin cuestionarse su origen, pasan de generación en generación. De hecho, podríamos, sin demasiado esfuerzo, repetir como papagayos las normas de urbanidad, los clichés del emprendedurismo o las citas motivacionales que, machaconamente, nos han sido repetidas a cada paso en falso, a cada conato de descarrilamiento; condicionando y reprimiendo nuestro comportamiento hasta el punto de sorprendernos juzgándonos severamente a nosotros mismos cuando la culpa nos alerta de que nos alejamos del rebaño y corremos el peligro de quedarnos sin el balido coral de la aceptación.
Y, sin embargo, ¿se imaginan la posibilidad de que existan otros postulados mucho más humanos, que propongan otras maneras de ser, de actuar, de relacionarnos al margen de la norma y en los que poder educar a sus hijos?, ¿unos que no tengan que ver con el sometimiento y el miedo?, ¿unos que no busquen la obediencia y el control sino la felicidad individual y colectiva; el amor universal y la solidaridad humana? Estos postulados revolucionarios existen —sólo son un uno por cien pero existen, cantaba Léo Ferré— y sobreviven con un alcance minoritario, casi desconocidos, silenciados o tergiversados por resultar incómodos para quienes detentan el poder y viven del privilegio y de la explotación de los otros. Es por ello que la reedición de La anarquía explicada a los niños por Libros del zorro rojo resulta —por inhabitual— tan osada como necesaria.
Las armas del anarquismo: el libro, el trabajo y la palabra
Recuperando íntegramente el texto publicado en 1931 por el pedagogo José Antonio Emmanuel en la editorial Biblioteca Anarquista Internacional, esta nueva edición ilustrada por el colectivo Fábrica de estampas recupera el ideario libertario explicado de una manera muy sencilla “a los padres y a los maestros” que quieran contribuir a propagar las doctrinas de “una educación donde se destierre todo fanatismo y se aspire a liberar a la infancia de la nefanda opresión que sobre ella se ejerce”.
En poco más de cuarenta páginas, Emmanuel —pseudónimo de José Antonio Ruiz, también conocido como Max Bembo— desgrana qué es la anarquía —“hacer cesar la desigualdad reinante entre los seres que los divide en pobres y ricos, explotados y explotadores, esclavos y dominadores”— cuáles son las principales causas a combatir —el militarismo, el clericalismo y el capitalismo—, cuáles son los medios para conseguirlo —la escuela, el sindicato y el ateneo— y cuáles son los postulados ácratas.
De este modo, con un lenguaje directo y sin ambages, opone la paz y las ideas a la fuerza bruta; la ciencia a la superstición; la ley natural del progreso humano a la ley divina; la solidaridad a las fronteras, para alcanzar una nueva sociedad sin odios, rencores, clases, vanidades ni tiranías. “Que sepáis rebelaros a cuanto os oprime y aprisiona”. Una arenga a la formación y el autoaprendizaje —homenaje incluido a Francesc Ferrer i Guàrdia— para continuar profundizando en la búsqueda del origen de las desigualdades y las injusticias. “Que el libro sea tu mejor amigo, tu consejero, tu guía. Nunca sabremos bastante. Quien añade Ciencia, añade Anarquía. Investiga por ti mismo”.
Finalmente, La anarquía explicada a los niños resume los postulados del anarquismo en un sencillo decálogo ilustrado con las hermosas xilografías del colectivo argentino Fábrica de estampas —Delfina Estrada y Victoria Volpini—: ayuda, apoya, copia lo bello, labora, estudia, ama y protege, cultiva, no tengas esclavos, trabaja.Un decálogo que rezuma amor al prójimo y a la naturaleza y rechazo de cualquier ejercicio de poder, que podría resumirse con “ni tengas esclavos ni te conviertas en esclavo (…) trabaja por el bien de la Humanidad”.
Como colofón, una breve nota a la edición a cargo de Piu Martínez —editora de Gallinas del libertario Rafael Barrett— en la que ofrece unas pinceladas sobre la pedagogía libertaria durante la II República y una semblanza de José Antonio Emmanuel y la mítica Tipografía Cosmos de Barcelona.
Un magnífico documento histórico revivido que nos ofrece otra(s) manera(s) de educar al margen de la opresión de la norma y la rigidez de las costumbres. Un texto exquisito y liber(t)ador que invita a compartir el hermoso —y revolucionario— acto de la lectura y la reflexión en familia como uno de los mejores caminos hacia la emancipación.
“Esto es la Anarquía, queridos niños. ¡Bienaventurados, vosotros, si la comprendéis y la practicáis!”
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