Gallinas a dentelladas - Libros del Zorro Rojo

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Gallinas a dentelladas

Gallinas y otros cuentos

Por Manuel Garrido, Culturplaza, 2020

Un hombre construye un gallinero y se desayuna con la fábula perfecta sobre la esclavitud de la propiedad privada; un paupérrimo profesor interno es usado como blanco perfecto para todo aquel con ganas de desquitarse; un trabajador devuelve la cartera extraviada a un infame ricachón que le provoca, le agrede y le humilla; un zorzal enjaulado como metáfora de la crueldad y la ineficacia de la privación de libertad… Constatar que las injusticias del sistema, la visión utilitarista de las personas, los abusos de poder, el reparto desigual de las riquezas, son aquellas que no dejan de suceder, que los tropiezos en la misma piedra se repiten en eterno retorno, debería hacer que saltaran todas nuestras alarmas, que nos removiéramos en nuestras sillas, sillones y cheslones y saliéramos a la calle a reivindicar lo que es justo pensando en colectivo.

Uno se acerca a Gallinas y otros cuentos (Libros del Zorro Rojo, 2020), sin conocer mucho acerca de lo que le espera, como quien acude a visitar el carrillón de autómatas de un reloj antiguo en la plaza recoleta de un lugar recóndito: a tientas y quizás sin saberlo, está a punto de presenciar una opereta perfectamente engarzada en la que texto e imagen funcionan como dos engranajes muy dentados y coordinados a la perfección.

Pese a su escaso prodigamento en España y a pesar de su larga influencia en la literatura latinoamericana, es probable que el lector conozca fundamentalmente la obra periodística o ensayística de Rafael Barrett (Torrelavega, Cantabria, 1876 – Arcachón, 1910) —aún hoy resuenan y se estudian sus denuncias sobre la esclavitud de los mesúes, los yerberos de Alto Paraná—; sin embargo, su producción literaria, centrada en el análisis crítico de la sociedad y los arquetipos de su tiempo —no muy diferente del nuestro— no le va a la zaga. Así, el llamado “obrero de la pluma” es considerado como uno de los más importantes ejemplos de la literatura de protesta social latinoamericana, y fue muy elogiado por autores como Jorge Luis Borges, Mario Benedetti o Eduardo Galeano pese a que sólo conoció en vida la publicación de su libro Moralidades actuales (1910) que supuso “un éxito loco” en una incipiente carrera truncada por su temprana muerte por tuberculosis a la edad de 34 años.

Barrett vivió sus primeros años de manera acomodada, ejerciendo como buen dandi de familia aristocrática entre la intelectualidad madrileña hasta su defenestración pública en 1902, provocada por su agresión —fusta mediante, en el Circo Parish— al presidente del Tribunal de Honor y duque de Arión quien le había inhabilitado para batirse en duelo. El revuelo suscitado en la prensa de la época lo llevó a exiliarse en Latinoamérica —primero en Argentina, después en Paraguay— en donde desde muy temprano entró en contacto con los círculos anarquistas que favorecieron el despertar su interés por la lucha sindical o la denuncia de las injusticias sociales.

Más de un siglo después de su muerte, la editorial Libros del Zorro Rojo recupera una selección de la producción literaria de Barrett con Gallinas y otros cuentos, ilustrados por Clara-Iris Ramos (València, 1983), manteniendo toda su vigencia y enriquecida gracias al potente universo gráfico —equilibradamente reflexivo y combativo— de la ilustradora valenciana.

“Guardaba desde hace años el relato de Gallinas, uno de esos textos que como editora siempre quise ver ilustrado.” Al habla Piu Martínez, encargada de la edición y de la selección de los relatos de Barrett. “Esa idea encajaba perfectamente en una de las líneas de acción de Libros del Zorro Rojo: ofrecer una segunda vida a textos poco conocidos o nunca antes ilustrados como los de Mario Levrero por Sonia Pulido, Benedetti por Antonio Seguí o Nicolás Guillén por Arnal Ballester. Barrett era una asignatura pendiente”.

De una manera inmisericorde con los injustos, la sucesión de relatos va liberando las principales preocupaciones y denuncias de Barrett: la propiedad privada, el abuso de poder, el caciquismo, la religión, la tríada en la que se divide la humanidad —los que someten, los sometidos y los que no se dejan someter— realizando una radiografía de los olvidados, de los nadie, de entre los cuales se erige en cronista y defensor a ultranza, con la rotundidad y la sencillez del lenguaje y la efectividad de una sátira punzante. Una preocupación por la transmisión directa —despojando sus textos de toda floritura accesoria—, una huida consciente de toda oficialidad, de toda constricción académica, y una actitud crítica hacia el poder establecido que es trasladada a la imagen de manera magistral por Clara-Iris, con una efectiva parquedad de colores y su inconfundible trazo a tinta que comulga a la perfección con los postulados del escritor libertario.

Y es que la ilustradora no sólo es una de esas grandes obreras de la tinta sino también una extraordinaria analista de la gráfica popular y de protesta —a la sazón, investigadora y divulgadora, profesora de narración visual y edición en la Escola Massana de Barcelona, artífice junto a Miguel Porlán de la microeditorial Incendi, cofundadora del festival de autoedición Guter Fest…—. Y, sobre todo, como autora, no es de esas profesionales que se contenta con decorar un texto trasladando literalmente las palabras a las imágenes; muy al contrario, echa mano de la experimentación con todos los recursos a su alcance —como la metáfora, el símbolo o el realismo mágico— para ofrecer una segunda mirada personal que no tiene por qué coincidir con la del lector o la del escritor. “Lo más difícil ha sido intentar hacer un tipo de dibujo con un poco de sintonía política que funcionase los textos de Barrett e intentar aprender de sus herramientas escritas para trasladarlas y sintetizarlas mediante el dibujo”, explica Clara-Iris, que dedicó mucho tiempo a pensar la manera de “no reducir el incendio de su pensamiento únicamente al rojo y negro o al puño en alto, aunque también estos puedan estar camuflados”. Para la ilustradora era importante que sus ilustraciones “no cerrasen conclusiones sino que, en consonancia con los textos, partieran de la autorreflexión para elaborar preguntas que interpelen al lector/espectador, en tanto sujeto político, acerca del significado de la revolución en la vida cotidiana de las personas.”

Según Martínez —que conoció a la ilustradora en una charla sobre fanzines en el CCCB— “Barrett y Clara-Iris eran, sin duda, la pareja perfecta por la complicidad y el compromiso de ambos”. Un fecundísimo encuentro con el compromiso conjunto de “poner el foco en lo injusto para reivindicar lo justo con la palabra y el dibujo” que ha dado como resultado un estupendo librito para iniciarse en el pensamiento de Barrett que “sigue disparando certezas cien años después a fuerza de crítica mordaz, espíritu de lucha y sentido del humor”.

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