Publicado en el periodo de entreguerras, justo antes del ascenso del nazismo, Un mundo feliz (1932) nos presenta una sociedad futura en la que un Estado mundial mantiene a sus habitantes controlados mediante un narcótico llamado soma. Con el fin de conseguir bloques de ciudadanos genéticamente unificados, el Estado inicia un proyecto de clonación y manipulación de aptitudes según un criterio muy claro, el de la casta que se les ha asignado a los embriones.
La ilustradora Cristina Daura ofrece una nueva interpretación de este clásico de la ciencia ficción, hoy más vigente que nunca.